domingo, 24 de mayo de 2009


Busca tu reflejo. Debe estar ahí, agazapado, temeroso.
¿No reconoces tu inmarcesible rostro? Son esos mismos ojos rasgados que en tantas noches encontré, igual de desorientados.
Rogaste juventud y belleza y se te fueron concedidas. Vistes a todos tus conocidos perecer ante ti. Uno a uno fueron entrando en la vejez y vieron menguar sus rostros. Parecían tan frágiles, con su mirada fija en la plenitud de otra época.
Los mirabas altivo. Te compadecías de ellos, de lo efímeros que eran pero, ¿acaso no vistes que quien más perdía eras tú?, ¿qué era de ti de quien debías compadecerte? Dejaste de ser quien eras a cambio de una inmortalidad ficticia. ¿No viste que sólo era apariencia?
Tumbado en la deshabitada estancia, abrigado tan sólo por tus recuerdos y esos muebles maltrechos, suplicas mientras exhalas tu último suspiro.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Todo tiene un final



Todavía recuerdo el día en que los vi. Eran los “Payasos Revolucionarios” y su taller. Estaban ahí, delante de mí, con sus enormes bombachos de tan variopintos colores, corriendo de un lado a otro de la colchoneta, descalzos y gesticulando, haciendo muecas y muecas. Primero tristes, luego alegres, simulando el llanto y también la risa. Jugaban a “bombas y muros”. El juego consistía en la representación de un papel por parte de cada componente y la gracia de éste se hallaba en el desconocimiento absoluto de buena parte de ellos del papel que recaía en el resto. Jugaban con una niña que no paraba de reír. Su risa era contagiosa. Yo, desde mi perspectiva de observadora, no pude contener una carcajada y a ésta le sucedieron otras. Hacía tiempo que no reía de esa forma. De repente se percataron de mi presencia, pero a diferencia de lo que me imaginé, me invitaron amablemente a unirme a ellos. No podría describir mi emoción en ese momento. Ellos, que hasta entonces habían permanecido reticentes, distantes ante nosotros y nuestras cámaras, habían comprendido que no éramos unos extraños, que estábamos ahí por algo más que sacar unas buenas fotografías con las que poder exhibirnos a su costa. Era nuestro afán por conocer una cultura que ni siquiera nos habíamos planteado, una cultura que no aparece acompañada de grandes letreros luminosos y en cuyas sombras no habita escondido el lucro ni el beneficio económico, eso nos llevó allí. A ese lugar al que fuimos a retratar y que al final nos ha ayudado a retratarnos a nosotros mismos.
No me dejaron sacar fotografías pero tampoco me importó. Me bastó ese reconocimiento para darme cuenta de que poco a poco también yo había ido aparcando esos temores del principio, esa frialdad con la que había irrumpido en la Asamblea y les había abierto una puerta contra la que otros muchos chocaron.