domingo, 24 de mayo de 2009


Busca tu reflejo. Debe estar ahí, agazapado, temeroso.
¿No reconoces tu inmarcesible rostro? Son esos mismos ojos rasgados que en tantas noches encontré, igual de desorientados.
Rogaste juventud y belleza y se te fueron concedidas. Vistes a todos tus conocidos perecer ante ti. Uno a uno fueron entrando en la vejez y vieron menguar sus rostros. Parecían tan frágiles, con su mirada fija en la plenitud de otra época.
Los mirabas altivo. Te compadecías de ellos, de lo efímeros que eran pero, ¿acaso no vistes que quien más perdía eras tú?, ¿qué era de ti de quien debías compadecerte? Dejaste de ser quien eras a cambio de una inmortalidad ficticia. ¿No viste que sólo era apariencia?
Tumbado en la deshabitada estancia, abrigado tan sólo por tus recuerdos y esos muebles maltrechos, suplicas mientras exhalas tu último suspiro.

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