lunes, 15 de marzo de 2010

Voy conduciendo por una carretera. Larga, muy larga, que serpentea. Me gusta ir en zip zag a veces por la vida.
Voy conduciendo por una carretera, en soledad. Está bien si vas en zip zag, para qué marear a los demás.
Veo el atardecer al fondo desde mi retrovisor. Se aleja rápidamente. Pronto vendrá la noche pero seguiré conduciendo.
La radio puesta, una emisora de rock. Los 70, 80 y 90 aguantarán al menos hasta que finalice mi viaje.
Una mano sobre el volante, la otra sujetando un cigarrillo y apoyada en la ventana.
Cuarenta grados fuera.
Conduzco sobre agua.
No hay árboles. Es un terreno desértico.
Cierro los ojos un segundo y me imagino sentada frente al portátil, escribiendo. Rock sureño de fondo. Cenicero repleto de colillas a la izquierda y café a la derecha.
El sol reflejado en la ventana entreabierta de enfrente.
Una pequeña brisa mueve las cortinas y los papeles apilados en el escritorio.
Abro los ojos.
Estoy conduciendo por una carretera.

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