viernes, 30 de julio de 2010

De nuevo en la carretera.
De nuevo 140 kilómetros y horas de espera.
Esta vez los libros cobraron vida y sus personajes ocuparon los asientos libres del autobús. A mi derecha Talbot discutía con la imagen de mi yo futura. Bayard, detrás, cauteloso, perseguido, mordía sus uñas.
Recorriendo el pasillo, enfurecida, una figura a la que no logré identificar.
Los cristales teñidos de verde, amarillo y marrón. El campo hundido en manchas.
Un eco repetía: sigue adelante hijo rebelde, habrá paz cuando lo hagas,descansa tu cabeza y no llores más.
El cielo y la carretera eran uno. Líneas mezcladas en una sola dirección.
A 140 kilómetros de mi adolescencia
a dos horas de viejas fotografías.

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