viernes, 3 de diciembre de 2010

En estos días

El invierno ha llegado a las calles de Zafra. En sus balcones, muestrario de fortaleza, los geranios se cubren del rocío de la madrugada y aguardan el primer rayo de sol para despertar y sacudirse el espeso frío de la noche.
Tras las ventanas, la figura silenciosa de quien prepara café y enciende la radio para sentirse parte del mundo por unos instantes. Quizás en el reposo de su hogar encienda un cigarrillo y mire el reloj con la impaciencia del adolescente que descubre el goce de la primera vez.
Tras otras, el chispazo de una luz perfilará la silueta anciana de una mujer o un hombre a quien el día no le aguarda nada salvo la espera en soledad de un juicio que no llega.
Como la alarma programada del despertador, las puertas de las casas se abrirán y dibujos infantiles inundarán las calles encharcadas de lluvia o nieve y, agarrados por sus madres, somnolientos, descenderán por la avenida hacia el colegio.
Los
garajes elevarán sus persianas y el humo y un rugido intenso rebotarán entre las paredes blancas que empiezan a despuntar.
Pronto, el tono pardo de la noche dará paso a un pálido ocre y así, el sol dará su bienvenida a la naturaleza dormida en los parques y prados y el cielo aparecerá azul y limpio sobre nosotros como una habitación vacía. El viento mecerá las hojas, los cabellos y la hierba mientras nuestro devenir se presentará abrigado entre aromas, tierra húmeda y castañas asadas.

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