martes, 21 de octubre de 2008

Todo él...

La encontré perdida. Llevaba varios días así, o quizás llevara así desde la primera vez, aquella vez en que dijo adiós a lo que más apreciaba. Se desmoronó su interior, un interior que hasta la fecha había estado iluminado por un gran foco, haciendo imposible la penumbra, el llanto.
Cambió el envoltorio por él, incluso interiormente dejó de ser lo que era, viento que viaja libre, sin ataduras, sin saber nunca por donde iba a salir. Así era ella.
En el espejo se ve ahora reflejada en pedazos, las grietas van permitiendo la fuga de su ser.
¿Qué quedó de ella? Nada, o casi nada. Rastrojos, desechos. La soledad la ha consumido. Sin ser capaz de apartar la vista de la estela, de la huella que él dejó y que la lastima cada segundo en el que no están juntos. Su recuerdo es su vida, su rostro, sus manos, todo él.

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