martes, 21 de julio de 2009

A quien yo llamé Titi

Apenas recuerdo nada de aquella tarde de junio.
Sólo estoy yo. Gafas de sol sobre el rostro, lágrimas resbalando y la oscura cuadra. Era tal el silencio que podía escuchar cómo miles de insectos devoraban la madera.
Quise decirte cuánto lo sentía, eran las disculpas de la inocencia infantil.
Quise gritar, pero no lo hice, no habría servido más que para alertar a los vecinos de mi locura transitoria.
Tus últimos años fueron soledad paseando por tu única ventana casi siempre oculta tras la cortina.
Casi puedo oír tus lágrimas chocar contra el suelo en tus noches de recluso.
Casi puedo imaginarme sentada a los pies de tu cama en tu despedida
Casi puedo decirte que no estabas solo, casi...
Si tuviera un solo deseo, regresaría a aquel día que finalizó con el cierre de tus ojos y el casi dejaría de existir.

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