domingo, 17 de enero de 2010

"Todo se aplaza indefinidamente para dentro de poco y siempre creemos que sigue habiendo un mañana en el que será posible detener lo que hoy y ayer pasa y transcurre y fluye"

Con estas palabras terminaba Javier Marías uno de sus cuentos.

¿Cuántas habrán sido las veces en las que, tumbados en la cama, hemos repasado uno a uno todas las ocasiones en los que decidimos esperar "un momento mejor", un momento más favorable a nuestras espectativas?

Deberíamos guiarnos alguna que otra vez por el impulso, la corazonada y momentáneamente aparcar a un lado, que no para siempre, el miedo al rechazo, el miedo a la decepción y al posterior dolor.

¿Cuánto nos habremos perdido por dejarlo pasar, por esperar demasiado?

Una palabra, un gesto a su debido tiempo, podrían haber cambiado el curso de todo y, sin embargo, jamás llegaremos a saberlo. Pobres humanos. Pobres desdichados que continuamos la falsa de nuestra propia longevidad.

Cómo me habría gustado poder explicar todo lo que quise explicarte. Contarte todas aquellas ideas que corrían veloces por mi desordenado cerebro.

Ahora es tarde. De nada sirve ya retroceder, no tiene sentido. No sería justo para tí y a veces pienso que tampoco lo sería para mí.

Qué estúpidos fuimos, somos y seremos, nos viene de serie incorporado.

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